Chandaka se sentía conmovido por las palabras de la anciana. Deseaba poder consolar a Siddharta, quien lo miraba apesadumbrado, sin saber que hacer. El deseo de su padre de mantenerlo aislado, apartado de los aspectos más horribles de la vida, había fracasado. Es más fácil digerir el dolor en pequeñas dosis, como el veneno. Uno acaba por acostumbrarse. Todos crecemos y todos los días sucede algo que indica la presencia de Maya: la enfermedad de un compañero de escuela, la muerte de un primo lejano... El mundo de los sentidos forma parte de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, nos sorprendemos cuando presenciamos algo desagradable. El pobre Siddharta ignoraba que las personas envejecen. El rey había ordenado que todas las personas ancianas y enfermas fueran recluidas, para que su hijo no las viera. Hasta que Siddharta se había empeñado en visitar a su nodriza. Donde se ocultaría el rey al cabo de diez años?
Siddharta se había quedado mudo, incapaz de articular palabra. Beso con ternura la mejilla de su niñera, le acaricio la mano y salió, tratando de reprimir las lágrimas, seguido de Chandaka.
Después de cerrar sigilosamente la puerta tras él, Siddharta se volvió hacia Chandaka y le pregunto:-Cómo es posible? No puedo imaginar... No alcanzo a comprenderlo. Por que?-
Siddharta había empezado a sentir el descontento en su interior. Comenzó por comprender que el amor de su padre y también el afecto de sus amigos Govinda, Ananda y Chandaka no lo harían feliz para toda la vida, no le brindarían la paz.
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