martes, noviembre 02, 2004

2-Origen

Siddharta era hijo del rey Suddhodana y de la reina Maya, soberanos de los Shakyas. Una mañana, el rey mandó llamar al cocinero y le ordeno: “prepara comida para tres”. El cocinero lo miró extrañado, pues solo se hallaban presentes el rey y la reina Maya. Al observar el estupor del cocinero, Suddhodana se echo a reír y le explico que la reina había soñado que se aparecía un elefante blanco y que este le había dado un hijo. Como se sabe, un elefante es símbolo de buena fortuna. La historia del elefante blanco se difundió rápidamente por el palacio. El cocinero tenía una gran imaginación, y quizás el rey no le dijo que se trataba de un elefante blanco sino de una cabra del monte. Habría nacido en los jardines de Lumbini. Situados en lo que actualmente el pueblo de Paderia, al sur de Nepal, cerca de la frontera india, cuando su madre se dirigía de Kapilavastu a la casa de sus padres. En febrero de 1986, se desenterró allí, en un templo, una columna de piedra del rey Ashoka. La inscripción decía que el rey había visitado los jardines y el pilar para conmemorar el nacimiento del buda en ese lugar. El descubrimiento probó que Siddharta era un personaje real, no una leyenda. Se cree Maya falleció una semana después del nacimiento. Por esa razón, el niño fue criado por su tía materna, Mahaprajapati. Fue el comienzo tumultuoso de una vida turbulenta. Al tiempo, llego Ashita, el oráculo. La sensación de que se avecinaba un suceso extraordinario se apodero de todos los presentes. El rey jamás había visto un día tan claro y despejado. Un excelente presagio. Se hallaban en un pequeño y aromático claro situado entre el bosque y las montañas. El Himalaya se recortaba contra el cielo, iluminado por el sol. El denso bosque de bambú se extendía hacia el norte, y de vez en cuando se oía el rugido de los leones y otras fieras. Siddharta, el hermoso niño recién nacido, envuelto en una resplandeciente tela dorada, había sido transportado hasta el claro por Mahaprajapati, su tía. Mahaprajapati, hermana de Maya, estaba en la plenitud de la vida y la belleza. Sus negros ojos permanecían fijos en el monarca, como si intentara adivinar sus pensamientos y emociones. El bebe que yacía en el asiento del trono de piedra, en una esquina del anfiteatro, gorjeaba y reía alegremente, como si le satisfaciera ser el centro de atención. El imponente trono estaba colocado bajo el yambo más grande del bosque. Cuando el árbol estaba en flor, derramaba sus pétalos sobre el inmutable trono de piedra, mientras los árboles y la hierba se extendían a su alrededor. La huesuda mano de Ashita, el tibetano, estaba apoyada sobre las dos cobras, el viejo símbolo del Mugsanga, el sello del valle del Indo. Marido y mujer, los reptiles constituían los símbolos de la ayuda que la madre tierra había prestado a Parshva, y se extendían en diagonal sobre su pecho. Ashita se dirigió al niño, lo cogió en brazos y lo sostuvo en alto. Siddharta estaba envuelto en un resplandor dorado y clavo sus azules y vivarachos ojos en el oráculo. Ashita le examino detenidamente piernas y brazos, los dedos, la textura de la piel...
-Es perfecto.-sonrió satisfecho.
El rey miró a su hijo con ternura. Mi hijo!, pensó. Es un niño sano, lleno de vitalidad. Sin duda me sucederá con honor. Me enorgullezco de ti. Seguirás mis pasos y probablemente serás más grande que yo. Sin embargo, jamás se le había ocurrido la posibilidad de que su hijo lo eclipsara. Suddhodana sintió una punzada de tristeza al pensar en Maya, su amor, su reina. Si aun siguiera con vida se sentiría orgullosa del pequeño, tan hermoso, tan desvalido, que había cautivado a todo el pueblo... Por que había tenido que morir al dar a luz? Era tan joven... Por que? Solo cabía una respuesta: el karma.. El rey bajo la cabeza para ocultar su dolor... Ashita también se puso serio.
-Alégrate de que haya nacido.-dijo a Suddhodana.-Esta destinado a convertirse en el rey de reyes.
El rey sonrió complacido y su tristeza se desvaneció. Lo sabia! Se había puesto las galas reales para celebrar tan dichosa ocasión. Llevaba un dhoti rojo y en las manos lucia varios anillos de oro y rubíes. Sobre el pecho desnudo llevaba un hermoso collar de oro y coral, y alrededor de la cintura se había ceñido un cinturón de oro.

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