De niño, Siddharta solía cuestionar las creencias de los brahmanes y a veces discutía con Asvapati. El sacerdote recordaba un día de primavera en que hallaron un ciervo herido; Siddharta había llorado al extraer la flecha del costado del animal. Asvapati hablo al principio sobre la muerte y el papel que desempeñaba en el mundo material. Siddharta pertenecía a una casta de guerreros, privilegio que había adquirido cumpliendo con su deber en anteriores encarnaciones, y solo alcanzaría la grandeza en futura reencarnaciones si cumplía con su deber en la presente encarnación. Un guerrero lucha, y debe matar. Siddharta contesto que prefería morir y reencarnarse en un esclavo antes que matar a un ser vivo. El brahmán le recordó lo que eso significaría para su padre. Siddharta miro a Asvapati con unos ojos llenos de tristeza mientras el brahmán le explicaba que el cuerpo no constituye la vida, que Siddharta no vive en las costillas, ni en los brazos, ni en los pies, sino en todas partes... y en ninguna. El cuerpo solo es una fantasía que sirve para que lo vean a uno, al igual que el aliento se hiela cuando hace frío para resultar visible. El autentico Siddharta es inmortal, y es la misma persona que el brahmán. El chico sonrió y se encogió de hombros.
-Nada justifica el hecho de matar.-respondió.
Pasaron varias décadas. El tiempo había erosionado la roca de la cordillera del Himalaya, la nieve derretida se deslizaba por las abruptas laderas, reluciendo como ópalos. El campo de batalla entre Sakyas y Josalas se preparaba. Siddharta había cumplido veinticinco años y era un joven apuesto, fuerte, viril. Estaba, como era su deber, junto a su padre. Pero cuando el rey miró a su hijo, le asalto la duda de si Siddharta se hallaba junto al por convicción o para complacerlo. Aquellos ojos, de un azul intenso, parecían siempre vagar perdidos por el infinito.
-Presta atención, Siddharta.-advirtió el rey.-Ves esa primera carroza? La que conduce aquel individuo gordo, cargado de joyas?-
Siddharta asintió. Era alto, fuerte, hermoso, y tenia el aspecto de un autentico guerrero. Llevaba un arco rojo y una espada, como todos los demás. Sin embargo, estaba rodeado por una extraña fuerza, serena y poderosa como el río Ganges, pero dotada de una fuerza vertical semejante al Himalaya, como un brazo que se alzaba al cielo.
-Ese es su rey.-explico Suddhodana.-El rey Prasenajit de Josala. Es controlable. Sabe gobernar, pero le gusta la buena mesa. A quien debes temer es a su hijo, el príncipe Virudaja.-
El príncipe Virudaja se echo a reír, sin hacer caso de la furibunda mirada que le dirigió el jefe de los brahmanes. Virudaja quería desafiar al joven y débil príncipe de Sakya. Según decían, a Siddharta no le gustaba cazar; que clase de hombre menospreciaba la caza? Tomare Sakya y será mía, pensó Virudaja. Seré el rey de Josala y Sakya. Siempre me ha gustado el sonido de esos dos nombres juntos.
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