martes, noviembre 02, 2004

4-La vida y la muerte.

De niño, Siddharta solía cuestionar las creencias de los brahmanes y a veces discutía con Asvapati. El sacerdote recordaba un día de primavera en que hallaron un ciervo herido; Siddharta había llorado al extraer la flecha del costado del animal. Asvapati hablo al principio sobre la muerte y el papel que desempeñaba en el mundo material. Siddharta pertenecía a una casta de guerreros, privilegio que había adquirido cumpliendo con su deber en anteriores encarnaciones, y solo alcanzaría la grandeza en futura reencarnaciones si cumplía con su deber en la presente encarnación. Un guerrero lucha, y debe matar. Siddharta contesto que prefería morir y reencarnarse en un esclavo antes que matar a un ser vivo. El brahmán le recordó lo que eso significaría para su padre. Siddharta miro a Asvapati con unos ojos llenos de tristeza mientras el brahmán le explicaba que el cuerpo no constituye la vida, que Siddharta no vive en las costillas, ni en los brazos, ni en los pies, sino en todas partes... y en ninguna. El cuerpo solo es una fantasía que sirve para que lo vean a uno, al igual que el aliento se hiela cuando hace frío para resultar visible. El autentico Siddharta es inmortal, y es la misma persona que el brahmán. El chico sonrió y se encogió de hombros.
-Nada justifica el hecho de matar.-respondió.
Pasaron varias décadas. El tiempo había erosionado la roca de la cordillera del Himalaya, la nieve derretida se deslizaba por las abruptas laderas, reluciendo como ópalos. El campo de batalla entre Sakyas y Josalas se preparaba. Siddharta había cumplido veinticinco años y era un joven apuesto, fuerte, viril. Estaba, como era su deber, junto a su padre. Pero cuando el rey miró a su hijo, le asalto la duda de si Siddharta se hallaba junto al por convicción o para complacerlo. Aquellos ojos, de un azul intenso, parecían siempre vagar perdidos por el infinito.
-Presta atención, Siddharta.-advirtió el rey.-Ves esa primera carroza? La que conduce aquel individuo gordo, cargado de joyas?-
Siddharta asintió. Era alto, fuerte, hermoso, y tenia el aspecto de un autentico guerrero. Llevaba un arco rojo y una espada, como todos los demás. Sin embargo, estaba rodeado por una extraña fuerza, serena y poderosa como el río Ganges, pero dotada de una fuerza vertical semejante al Himalaya, como un brazo que se alzaba al cielo.
-Ese es su rey.-explico Suddhodana.-El rey Prasenajit de Josala. Es controlable. Sabe gobernar, pero le gusta la buena mesa. A quien debes temer es a su hijo, el príncipe Virudaja.-
El príncipe Virudaja se echo a reír, sin hacer caso de la furibunda mirada que le dirigió el jefe de los brahmanes. Virudaja quería desafiar al joven y débil príncipe de Sakya. Según decían, a Siddharta no le gustaba cazar; que clase de hombre menospreciaba la caza? Tomare Sakya y será mía, pensó Virudaja. Seré el rey de Josala y Sakya. Siempre me ha gustado el sonido de esos dos nombres juntos.

3-Oraculos y Presagios.

Ante el asombro de todos, los ojos del sabio se humedecieron y unas gruesas lágrimas empezaron a descender por sus mejillas.
-Que sucede, Ashita?-le pregunto preocupado Asvapati.
Ashita se dirigió al rey y dijo:-El destino de tu hijo es convertirse en el iluminado, en Buda, el que hallara la solución al dolor y al sufrimiento de la humanidad. Lloro porque no viviré para contemplar ese momento. Esta escrito que en la mañana de la luna llena del mes de Vesaja, en el año de Bakta, había de nacer un niño. Y ese niño seria perfecto en todos los aspectos, física y espiritualmente...-
Atónito, el rey trato de controlar sus emociones Que significaban las palabras del sabio? Que su hijo habría de convertirse en un monje? No, mi hijo ha nacido para gobernar, para ser mi heredero... Quizás fuera una maniobra de los brahmanes para conquistar el poder, pero no se atreverían a tanto... No! El oráculo querrá decir otra cosa que no alcanzo a comprender. No permitiré que nada aleje a mi hijo de sus obligaciones como rey. Jamás!
-Que destino predices para mi hijo, Oráculo?-pregunto el rey, tratando de contener su ira.
-No puedo responderte, señor.-contesto el oráculo.-Si tu hijo elige el camino de la iluminación, los dioses se alegraran y Brama se inclinara ante él. Pero deberá renunciar a cuanto posee y dejar a su padre, su familia, su reino...-
-Basta!-exclamo el rey Suddhodana, mirando a Asvapati con aire acusador, como si le reprochara sus nefastas creencias. Y añadió señalando el palacio.-Quien iba a renunciar a todo eso? El hijo de Maya ha nacido para ser rey, para gobernar, para conquistar, para casarse y tener muchos hijos...-
Asvapati trato de tranquilizar al rey.
-No debes oponerte a Brama, tu sagrado deber...-
-Mi deber?-estallo Suddhodana. No pronuncies esa palabra! Soy el rey! Como monarca, puedo exigir lo que me plazca. Ni Brama ni los dioses pueden negarme el derecho a tener una familia. Mi hijo me pertenece!-
Ashita miro al rey con tristeza. Luego le entrego a su hijo, que había permanecido muy tranquilo todo el rato, observando a su padre y al oráculo como si comprendiera lo que decían.
El oráculo había hablado y era hora de regresar al palacio. Pero antes, el rey Suddhodana miro de nuevo a Ashita, descendiente de hombres santos, y observo el poder que emanaba de toda su persona.
Y si el oráculo tiene razón? Pensó el rey. Eso significaría el fin de mi reinado. Que es esta extraña sensación que se ha apoderado de mí? Acaso debería sentirme satisfecho? No, lo que siento es temor. A continuación, el rey dio media vuelta y se encamino hacia el poblado.
Según las escrituras budistas y otros textos antiguos, en aquellos días, la india estaba dividida en “dieciséis grandes reinos”, de los cuales los más prominentes eran Magadha y Kosala. Todos se disputaban la supremacía. El pequeño estado tribal de los Shakyas no se hallaba entre los dieciséis, pero sus habitantes eran orgullosos, y se llamaban a sí mismos “descendientes del sol”.
Aunque el reino de su padre era pequeño, el príncipe Siddharta creció rodeado de lujo y fue educado en las artes civiles y militares. Disponía de un palacio para cada estación del año y de sirvientes con parasoles que acudían presurosos para protegerlo de los quemantes rayos del sol. Durante el periodo de las lluvias, jóvenes doncellas, bailarinas y músicos lo servían y entretenían para que no tuviera que aventurarse extramuros. Vivía con total comodidad y holgura.
Y si Siddharta un día se convertía en dios, si un día entraba en el imperio de la luz, Govinda lo seguiría entonces como su amigo, su acompañante, su criado, su escudero, su sombra. Así querían todos a Siddharta. A todos daba alegría y gozo.
No obstante, el propio Siddharta no sentía ni alegría ni gozo. Su corazón no compartía ese júbilo general cuando andaba por los caminos rosados del jardín de higueras o cuando se hallaba sentado a la sombra azul del bosque de la contemplación, cuando lavaba sus miembros en el diario baño propiciatorio, o hacia sacrificios entre las profundas sombras del bosque de mangos. Hasta él llegaban sin cesar sueños y pensamientos que emanaban de la corriente del río, del brillo de las estrellas, del resplandor del sol. El ánimo se le intranquilizaba con pesadillas salidas del humo de los sacrificios de los versos del Rig Veda, filtrados en las doctrinas de los viejos brahmanes.

2-Origen

Siddharta era hijo del rey Suddhodana y de la reina Maya, soberanos de los Shakyas. Una mañana, el rey mandó llamar al cocinero y le ordeno: “prepara comida para tres”. El cocinero lo miró extrañado, pues solo se hallaban presentes el rey y la reina Maya. Al observar el estupor del cocinero, Suddhodana se echo a reír y le explico que la reina había soñado que se aparecía un elefante blanco y que este le había dado un hijo. Como se sabe, un elefante es símbolo de buena fortuna. La historia del elefante blanco se difundió rápidamente por el palacio. El cocinero tenía una gran imaginación, y quizás el rey no le dijo que se trataba de un elefante blanco sino de una cabra del monte. Habría nacido en los jardines de Lumbini. Situados en lo que actualmente el pueblo de Paderia, al sur de Nepal, cerca de la frontera india, cuando su madre se dirigía de Kapilavastu a la casa de sus padres. En febrero de 1986, se desenterró allí, en un templo, una columna de piedra del rey Ashoka. La inscripción decía que el rey había visitado los jardines y el pilar para conmemorar el nacimiento del buda en ese lugar. El descubrimiento probó que Siddharta era un personaje real, no una leyenda. Se cree Maya falleció una semana después del nacimiento. Por esa razón, el niño fue criado por su tía materna, Mahaprajapati. Fue el comienzo tumultuoso de una vida turbulenta. Al tiempo, llego Ashita, el oráculo. La sensación de que se avecinaba un suceso extraordinario se apodero de todos los presentes. El rey jamás había visto un día tan claro y despejado. Un excelente presagio. Se hallaban en un pequeño y aromático claro situado entre el bosque y las montañas. El Himalaya se recortaba contra el cielo, iluminado por el sol. El denso bosque de bambú se extendía hacia el norte, y de vez en cuando se oía el rugido de los leones y otras fieras. Siddharta, el hermoso niño recién nacido, envuelto en una resplandeciente tela dorada, había sido transportado hasta el claro por Mahaprajapati, su tía. Mahaprajapati, hermana de Maya, estaba en la plenitud de la vida y la belleza. Sus negros ojos permanecían fijos en el monarca, como si intentara adivinar sus pensamientos y emociones. El bebe que yacía en el asiento del trono de piedra, en una esquina del anfiteatro, gorjeaba y reía alegremente, como si le satisfaciera ser el centro de atención. El imponente trono estaba colocado bajo el yambo más grande del bosque. Cuando el árbol estaba en flor, derramaba sus pétalos sobre el inmutable trono de piedra, mientras los árboles y la hierba se extendían a su alrededor. La huesuda mano de Ashita, el tibetano, estaba apoyada sobre las dos cobras, el viejo símbolo del Mugsanga, el sello del valle del Indo. Marido y mujer, los reptiles constituían los símbolos de la ayuda que la madre tierra había prestado a Parshva, y se extendían en diagonal sobre su pecho. Ashita se dirigió al niño, lo cogió en brazos y lo sostuvo en alto. Siddharta estaba envuelto en un resplandor dorado y clavo sus azules y vivarachos ojos en el oráculo. Ashita le examino detenidamente piernas y brazos, los dedos, la textura de la piel...
-Es perfecto.-sonrió satisfecho.
El rey miró a su hijo con ternura. Mi hijo!, pensó. Es un niño sano, lleno de vitalidad. Sin duda me sucederá con honor. Me enorgullezco de ti. Seguirás mis pasos y probablemente serás más grande que yo. Sin embargo, jamás se le había ocurrido la posibilidad de que su hijo lo eclipsara. Suddhodana sintió una punzada de tristeza al pensar en Maya, su amor, su reina. Si aun siguiera con vida se sentiría orgullosa del pequeño, tan hermoso, tan desvalido, que había cautivado a todo el pueblo... Por que había tenido que morir al dar a luz? Era tan joven... Por que? Solo cabía una respuesta: el karma.. El rey bajo la cabeza para ocultar su dolor... Ashita también se puso serio.
-Alégrate de que haya nacido.-dijo a Suddhodana.-Esta destinado a convertirse en el rey de reyes.
El rey sonrió complacido y su tristeza se desvaneció. Lo sabia! Se había puesto las galas reales para celebrar tan dichosa ocasión. Llevaba un dhoti rojo y en las manos lucia varios anillos de oro y rubíes. Sobre el pecho desnudo llevaba un hermoso collar de oro y coral, y alrededor de la cintura se había ceñido un cinturón de oro.

1-Genesis.

No se conoce la fecha exacta en que vivió Siddharta. Existen muchas opiniones acerca de cuando nació y murió el buda. Sin embargo, la mayoría de los historiadores coinciden en que, probablemente, vivió entre los siglos IV y V a.c. Tal conclusión se basa en antiguas inscripciones que ubican el ascenso del rey Ashoka al trono alrededor del 268 a.c. Pero la disputa sobre la fecha de su fallecimiento continúa; los estudiosos no logran establecer si Ashoka vivió cien o doscientos años después de la muerte de Siddharta. Antiguos textos chinos, como el Zhou shu Yi Ji (Registro de las maravillas en el libro de Zhou) y el Chun Qiu (Anales de la primavera y el otoño), sitúan su muerte alrededor de 949 y 609 a.c., respectivamente. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos contemporáneos creen que falleció entre los siglos cuarto y quinto antes de Cristo. Empero, todavía existen diversas opiniones sobre este tema. Lo que se sabe es que Siddharta nació como príncipe de los Shakyas (pequeña tribu que habitaba un reino al pie de los Himalayas, actual Nepal central) El nombre de su familia era Gautama, sus seguidores lo llamaron buda Gautama o Shakyamuni, que significa “sabio de los Shakyas”.