Chandaka se sentía conmovido por las palabras de la anciana. Deseaba poder consolar a Siddharta, quien lo miraba apesadumbrado, sin saber que hacer. El deseo de su padre de mantenerlo aislado, apartado de los aspectos más horribles de la vida, había fracasado. Es más fácil digerir el dolor en pequeñas dosis, como el veneno. Uno acaba por acostumbrarse. Todos crecemos y todos los días sucede algo que indica la presencia de Maya: la enfermedad de un compañero de escuela, la muerte de un primo lejano... El mundo de los sentidos forma parte de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, nos sorprendemos cuando presenciamos algo desagradable. El pobre Siddharta ignoraba que las personas envejecen. El rey había ordenado que todas las personas ancianas y enfermas fueran recluidas, para que su hijo no las viera. Hasta que Siddharta se había empeñado en visitar a su nodriza. Donde se ocultaría el rey al cabo de diez años?
Siddharta se había quedado mudo, incapaz de articular palabra. Beso con ternura la mejilla de su niñera, le acaricio la mano y salió, tratando de reprimir las lágrimas, seguido de Chandaka.
Después de cerrar sigilosamente la puerta tras él, Siddharta se volvió hacia Chandaka y le pregunto:-Cómo es posible? No puedo imaginar... No alcanzo a comprenderlo. Por que?-
Siddharta había empezado a sentir el descontento en su interior. Comenzó por comprender que el amor de su padre y también el afecto de sus amigos Govinda, Ananda y Chandaka no lo harían feliz para toda la vida, no le brindarían la paz.
Un relato del buda historico, sintetizado de "La Nueva Revolucion Humana", "Buda el principe guerrero" de Kyra Palen y "Siddharta" de Herman Hesse. Esto en si no es una novela, sino mas bien una leve compilacion que me tome el atrevimiento de crear. En este blog se vera solo el prologo que es una breve introduccion a la historia principal. PROLOGO TERMINADO. La continuacion en la primera parte.
lunes, enero 24, 2005
9-Transitoriedad.
Siddharta se arrodilló junto a ella y dijo:-Pobre Poshika, te has quemado... Te duele?-
-Deseaba que me recordaras joven y hermosa. Lamento que me hayas visto en este deplorable estado. Soy vieja, Siddharta. El dolor forma parte de la vejez. Apenas veo, de modo que me alegro de no poder contemplar la expresión de tu rostro. Los jóvenes creéis que la vida es flexible y móvil, que podéis dominarla a vuestro antojo. Los viejos, en cambio, consideramos que la vida es un sujeto sumiso, una obra acabada, obsoleta, como yo misma. Me preguntas si me duele? Si, A veces me pregunto por que tengo que sufrir.-Poshika acaricio la mano de Siddharta con ternura.-Pero poseemos la asombrosa capacidad de adaptarnos a todo. A la perdida de la visión, a la inmovilidad... El amor a la vida, la chispa que todavía conservamos, hace que la compañía de un perro ya nos haga sentir felices y agradecidos...-
-No me ves, Poshika?-
-No, apenas distingo tus rasgos.-respondió la anciana.-Sin embargo, cada año veo algo distinto, nuevo. Este año veo el color de los árboles por medio de la temperatura de la brisa que sopla a mi alrededor. Antes gozábamos de la vida y de la naturaleza juntos. Compartíamos un gran amor hacia los animales. Los animales no son malos; no existe un solo animal perverso en todo el reino animal... En cambio, los hombres... Siempre fuiste un niño muy bueno, Siddharta.-
Siddharta se sentía tan abrumado que solo acertó a contestar:-No me explico por que no me dijeron nada... Quien te ha condenado a vivir aquí?-
-Aunque veas una pequeña habitación, desprovista de vitalidad, para una vieja como yo resulta muy tranquila. Es lo que deseaba. No olvides que pertenezco a la casta de los brahmanes; puedo obtener todo lo que desee. Creo que muy pronto daré las gracias a Siva el destructor y a Yama por poner fin a mi vida. He sido virtuosa, de modo que Yama vendrá a buscarme sonriendo y agitando sus cuatro brazos, con su negra piel resplandeciente bajo el sol mientras atraviesa los aires montado en un pájaro. A veces, Siddharta, me pregunto por que tengo que soportar el mismo ciclo una y otra vez: nacer con dolor, amar, vivir y morir y vuelta a empezar... Cuando era joven...-la anciana se ruborizo al recordar el pasado.-De joven era muy bonita, y tuve el honor de hacerte de madre. Tú eras mi pequeño. Me sentía muy feliz. No debes compadecerme. Vivo aquí porque es mi deseo. No quise poner a prueba la paciencia de las personas que más quiero. Cuando empecé a perder la memoria, la gente...-la voz de la anciana se convirtió en un murmullo, mientras trataba de ver en su mente las imágenes que los jóvenes contemplaban en aquellos momentos.
-Por fortuna,-Prosiguió.-a medida que envejecemos olvidamos las cosas. Te quiero mucho, Siddharta, y te agradezco que hayas venido a verme. Has hecho que mis sueños se cumplan. He llegado al final de mi vida y tú empiezas a vivir. Ya no existe lugar para mí en tu vida. Vete, te lo ruego...-
-Deseaba que me recordaras joven y hermosa. Lamento que me hayas visto en este deplorable estado. Soy vieja, Siddharta. El dolor forma parte de la vejez. Apenas veo, de modo que me alegro de no poder contemplar la expresión de tu rostro. Los jóvenes creéis que la vida es flexible y móvil, que podéis dominarla a vuestro antojo. Los viejos, en cambio, consideramos que la vida es un sujeto sumiso, una obra acabada, obsoleta, como yo misma. Me preguntas si me duele? Si, A veces me pregunto por que tengo que sufrir.-Poshika acaricio la mano de Siddharta con ternura.-Pero poseemos la asombrosa capacidad de adaptarnos a todo. A la perdida de la visión, a la inmovilidad... El amor a la vida, la chispa que todavía conservamos, hace que la compañía de un perro ya nos haga sentir felices y agradecidos...-
-No me ves, Poshika?-
-No, apenas distingo tus rasgos.-respondió la anciana.-Sin embargo, cada año veo algo distinto, nuevo. Este año veo el color de los árboles por medio de la temperatura de la brisa que sopla a mi alrededor. Antes gozábamos de la vida y de la naturaleza juntos. Compartíamos un gran amor hacia los animales. Los animales no son malos; no existe un solo animal perverso en todo el reino animal... En cambio, los hombres... Siempre fuiste un niño muy bueno, Siddharta.-
Siddharta se sentía tan abrumado que solo acertó a contestar:-No me explico por que no me dijeron nada... Quien te ha condenado a vivir aquí?-
-Aunque veas una pequeña habitación, desprovista de vitalidad, para una vieja como yo resulta muy tranquila. Es lo que deseaba. No olvides que pertenezco a la casta de los brahmanes; puedo obtener todo lo que desee. Creo que muy pronto daré las gracias a Siva el destructor y a Yama por poner fin a mi vida. He sido virtuosa, de modo que Yama vendrá a buscarme sonriendo y agitando sus cuatro brazos, con su negra piel resplandeciente bajo el sol mientras atraviesa los aires montado en un pájaro. A veces, Siddharta, me pregunto por que tengo que soportar el mismo ciclo una y otra vez: nacer con dolor, amar, vivir y morir y vuelta a empezar... Cuando era joven...-la anciana se ruborizo al recordar el pasado.-De joven era muy bonita, y tuve el honor de hacerte de madre. Tú eras mi pequeño. Me sentía muy feliz. No debes compadecerme. Vivo aquí porque es mi deseo. No quise poner a prueba la paciencia de las personas que más quiero. Cuando empecé a perder la memoria, la gente...-la voz de la anciana se convirtió en un murmullo, mientras trataba de ver en su mente las imágenes que los jóvenes contemplaban en aquellos momentos.
-Por fortuna,-Prosiguió.-a medida que envejecemos olvidamos las cosas. Te quiero mucho, Siddharta, y te agradezco que hayas venido a verme. Has hecho que mis sueños se cumplan. He llegado al final de mi vida y tú empiezas a vivir. Ya no existe lugar para mí en tu vida. Vete, te lo ruego...-
8-Poshika.
La aplastante seguridad de Chandaka en si mismo, instaba a los demás a obedecerlo, lo cual, combinado con su gracia y simpatía, hacia que las mujeres se enamoraran de el. Al haberse criado con Siddharta, cuya íntima visión de la verdad definía su carácter, Chandaka imaginaba que el mundo entero le pertenecía.
-Como sabes-dijo a Ananda.-Siddharta fue a ver ayer a su tía, la reina, para desearle un feliz cumpleaños. Con la resaca que tenia, seguramente tendría un aspecto horrible. Hablaron de su vieja nodriza, Poshika, y se ha empeñado en ir a verla, pese a que todos están muy ocupados, pues el rey ha decidido partir mañana hacia Josala para reclamar su premio. Francamente, Ananda, me preocupa que Siddharta vaya a visitar a su vieja nodriza.-
Ananda advirtió que Chandaka se sentía turbado. Como si le disgustara hablar sobre los sentimientos de otra persona.
-Sin embargo.-prosiguió Chandaka.-tengo la curiosa sensación de que debería acompañarlo a verla. Desde la batalla, siempre esta de mal humor. Hace más de quince años que no ha visto a su nodriza. Siddharta no ha experimentado nunca una emoción intensa, y sabiendo lo sensible que es...-Chandaka se detuvo unos instantes y luego continuo-:Desde la batalla, ha permanecido enfrascado en si mismo. Poshika debe tener cien años... En algunos aspectos, Siddharta es imprevisible, y no se como reaccionara al verla. Deberíamos prepararlo de a poco.-
Ananda comprendió que su amigo había acudido a el para pedirle ayuda. Chandaka se paseaba arriba y abajo como un potrillo nervioso. Al cabo de unos minutos, continuó:-Aunque supongo que al final Siddharta tendrá que conocer el lado oscuro de la vida. Le gusta el riesgo, la pasión, llorar, reír... Todo eso le hace feliz.-
-Siddharta esta a punto de llegar.-respondió Ananda.-Ya sabes lo testarudo que es. Cuando se le mete una idea en la cabeza, no hay quien logre hacerle cambiar de parecer. No tendrá más remedio que llevarlo. Si me necesitas, aquí estaré.-
En aquel momento entro Siddharta, sonriendo, seguro de si mismo, Llevaba su túnica favorita y un magnifico collar de oro y piedras preciosas.
-Ah, veo que me estabais esperando!-dijo alegremente.-Vamos a las habitaciones de las mujeres... Aunque sé que Ananda dirá que no puede acompañarme porque tiene que hacer el equipaje.-
Siddharta y Chandaka sonrieron ante la incapacidad de Ananda de emprender el menor viaje sin llevarse todas sus cosas. Una costumbre de la que Chandaka y Siddharta solían aprovecharse de niños.
Chandaka y Siddharta salieron de la habitación de Ananda y se dirigieron a los aposentos de las mujeres, donde las que ya no satisfacían al rey por haber envejecido Vivian cómodamente, esperando la muerte. Los pasillos estaban débilmente iluminados. A ambos lados de los corredores se alzaban unas macizas puertas de madera que impedían el acceso a las habitaciones. El aire, impregnado de un olor acre, era casi irrespirable.
Cuando Siddharta se disponía a entrar en una de las habitaciones, Chandaka, temiendo que el rey los castigara por haber penetrado en los aposentos de las mujeres, trato de disuadir a su amigo.
-Espera, no puedo dejar que entres.-murmuro.-Tengo el deber de advertirte que tu presencia aquí contraviene todos los edictos y costumbres de la corte. El rey se enfadara con nosotros. Es mejor que...-
Haciendo caso omiso0 de la suplica de su amigo, Siddharta abrió la puerta.
Unas pocas velas iluminaban la pequeña y pulcra habitación, en la que había una amplia ventana que daba a un patio. En un rincón había un pequeño lecho en el que yacía Poshika, la vieja nodriza de Siddharta, cubierta con una manta de seda.
Al darse cuenta de la presencia de los dos jóvenes, la anciana se levanto, no sin grandes esfuerzos, pues estaba muy delicada de salud. No obstante, era evidente que en su juventud había sido una gran belleza. Al reconocer al príncipe, se le iluminaron los ojos. Después de haberlo servido durante tantos años, la vieja nodriza se sentía turbada por su presencia.
Poshika se inclino torpemente ante Siddharta y dijo:-Oh, mi príncipe aquí! Me siento honrada por tu visita. Que puedo ofrecerte? Te apetece una infusión de hierbas? O un poco de caldo...?
Chandaka cerró los ojos para no presenciar aquella escena tan patética. Siddharta permanecía mudo, apenado por el frágil y delicado aspecto que presentaba su querida nodriza.
Siddharta recordó el cálido perfume de Poshika. Había sido muy hermosa. Solía llevar su larga melena negra peinada en una trenza alrededor de la cabeza, como una corona. Un día la sorprendió peinándose, con el cabello extendido sobre el suelo de mármol blanco, formando unas ondas negras como un dragón marítimo. A partir de aquel día la había considerado la diosa del mar.
Poshika tomo un frasco de cerámica con mano temblorosa y trato de verter en una taza la infusión de hierbas que había preparado. Pero sus esfuerzos fueron en vano, pues derramo unas gotas del líquido hirviendo sobre su mano y dejo caer el frasco al suelo. Al oír el ruido, los dos jóvenes se sobresaltaron. Avergonzada, Poshika se sentó en la cama y rompió a llorar desconsoladamente.
-Como sabes-dijo a Ananda.-Siddharta fue a ver ayer a su tía, la reina, para desearle un feliz cumpleaños. Con la resaca que tenia, seguramente tendría un aspecto horrible. Hablaron de su vieja nodriza, Poshika, y se ha empeñado en ir a verla, pese a que todos están muy ocupados, pues el rey ha decidido partir mañana hacia Josala para reclamar su premio. Francamente, Ananda, me preocupa que Siddharta vaya a visitar a su vieja nodriza.-
Ananda advirtió que Chandaka se sentía turbado. Como si le disgustara hablar sobre los sentimientos de otra persona.
-Sin embargo.-prosiguió Chandaka.-tengo la curiosa sensación de que debería acompañarlo a verla. Desde la batalla, siempre esta de mal humor. Hace más de quince años que no ha visto a su nodriza. Siddharta no ha experimentado nunca una emoción intensa, y sabiendo lo sensible que es...-Chandaka se detuvo unos instantes y luego continuo-:Desde la batalla, ha permanecido enfrascado en si mismo. Poshika debe tener cien años... En algunos aspectos, Siddharta es imprevisible, y no se como reaccionara al verla. Deberíamos prepararlo de a poco.-
Ananda comprendió que su amigo había acudido a el para pedirle ayuda. Chandaka se paseaba arriba y abajo como un potrillo nervioso. Al cabo de unos minutos, continuó:-Aunque supongo que al final Siddharta tendrá que conocer el lado oscuro de la vida. Le gusta el riesgo, la pasión, llorar, reír... Todo eso le hace feliz.-
-Siddharta esta a punto de llegar.-respondió Ananda.-Ya sabes lo testarudo que es. Cuando se le mete una idea en la cabeza, no hay quien logre hacerle cambiar de parecer. No tendrá más remedio que llevarlo. Si me necesitas, aquí estaré.-
En aquel momento entro Siddharta, sonriendo, seguro de si mismo, Llevaba su túnica favorita y un magnifico collar de oro y piedras preciosas.
-Ah, veo que me estabais esperando!-dijo alegremente.-Vamos a las habitaciones de las mujeres... Aunque sé que Ananda dirá que no puede acompañarme porque tiene que hacer el equipaje.-
Siddharta y Chandaka sonrieron ante la incapacidad de Ananda de emprender el menor viaje sin llevarse todas sus cosas. Una costumbre de la que Chandaka y Siddharta solían aprovecharse de niños.
Chandaka y Siddharta salieron de la habitación de Ananda y se dirigieron a los aposentos de las mujeres, donde las que ya no satisfacían al rey por haber envejecido Vivian cómodamente, esperando la muerte. Los pasillos estaban débilmente iluminados. A ambos lados de los corredores se alzaban unas macizas puertas de madera que impedían el acceso a las habitaciones. El aire, impregnado de un olor acre, era casi irrespirable.
Cuando Siddharta se disponía a entrar en una de las habitaciones, Chandaka, temiendo que el rey los castigara por haber penetrado en los aposentos de las mujeres, trato de disuadir a su amigo.
-Espera, no puedo dejar que entres.-murmuro.-Tengo el deber de advertirte que tu presencia aquí contraviene todos los edictos y costumbres de la corte. El rey se enfadara con nosotros. Es mejor que...-
Haciendo caso omiso0 de la suplica de su amigo, Siddharta abrió la puerta.
Unas pocas velas iluminaban la pequeña y pulcra habitación, en la que había una amplia ventana que daba a un patio. En un rincón había un pequeño lecho en el que yacía Poshika, la vieja nodriza de Siddharta, cubierta con una manta de seda.
Al darse cuenta de la presencia de los dos jóvenes, la anciana se levanto, no sin grandes esfuerzos, pues estaba muy delicada de salud. No obstante, era evidente que en su juventud había sido una gran belleza. Al reconocer al príncipe, se le iluminaron los ojos. Después de haberlo servido durante tantos años, la vieja nodriza se sentía turbada por su presencia.
Poshika se inclino torpemente ante Siddharta y dijo:-Oh, mi príncipe aquí! Me siento honrada por tu visita. Que puedo ofrecerte? Te apetece una infusión de hierbas? O un poco de caldo...?
Chandaka cerró los ojos para no presenciar aquella escena tan patética. Siddharta permanecía mudo, apenado por el frágil y delicado aspecto que presentaba su querida nodriza.
Siddharta recordó el cálido perfume de Poshika. Había sido muy hermosa. Solía llevar su larga melena negra peinada en una trenza alrededor de la cabeza, como una corona. Un día la sorprendió peinándose, con el cabello extendido sobre el suelo de mármol blanco, formando unas ondas negras como un dragón marítimo. A partir de aquel día la había considerado la diosa del mar.
Poshika tomo un frasco de cerámica con mano temblorosa y trato de verter en una taza la infusión de hierbas que había preparado. Pero sus esfuerzos fueron en vano, pues derramo unas gotas del líquido hirviendo sobre su mano y dejo caer el frasco al suelo. Al oír el ruido, los dos jóvenes se sobresaltaron. Avergonzada, Poshika se sentó en la cama y rompió a llorar desconsoladamente.
domingo, enero 23, 2005
7-La piedad.
Virudaja suponía que Siddharta daría media vuelta y echaría a correr. Pero el príncipe de los sakyas se abalanzo sobre él y le arrebato la espada.
-Adelante, cobarde!-grito Virudaja.-Mátame si te atreves!-
Virudaja había caído al suelo y Siddharta tenia la espada en su cuello. Pero no le asesto el golpe de muerte. Virudaja se sentía abandonado, humillado ante sus soldados. Ni siquiera su padre se había adelantado para defenderlo.
Siddharta se volvió hacia Prasenajit. El rey de los josalas asintió y acto seguido ordenó a sus soldados que depusieran las armas. La lucha había terminado.
Siddharta envaino de nuevo la espada.
Virudaja se levanto, temblando de ira.
-Un verdadero príncipe me hubiera matado.-bufo mirando con odio a su enemigo.
Siddharta se encogió de hombros y se alejo.
Virudaja sonrió perversamente. Entonces era cierto. Siddharta no había respondido a su desafío. El débil príncipe de los sakyas se había negado a matarlo. La sangre lo atemorizaba. Un Castrilla! Que vergüenza!
Virudaja no tenía la visión para conocer algo mas abarcativo que el momento presente, ni conocía lo que Siddharta había ejercido en él, piedad. El príncipe sakya tenía una peculiar visión que lo llevaría más lejos que todo el odio de Virudaja podía llevarlo. Así empezaba una relación de odio y venganza.
-Adelante, cobarde!-grito Virudaja.-Mátame si te atreves!-
Virudaja había caído al suelo y Siddharta tenia la espada en su cuello. Pero no le asesto el golpe de muerte. Virudaja se sentía abandonado, humillado ante sus soldados. Ni siquiera su padre se había adelantado para defenderlo.
Siddharta se volvió hacia Prasenajit. El rey de los josalas asintió y acto seguido ordenó a sus soldados que depusieran las armas. La lucha había terminado.
Siddharta envaino de nuevo la espada.
Virudaja se levanto, temblando de ira.
-Un verdadero príncipe me hubiera matado.-bufo mirando con odio a su enemigo.
Siddharta se encogió de hombros y se alejo.
Virudaja sonrió perversamente. Entonces era cierto. Siddharta no había respondido a su desafío. El débil príncipe de los sakyas se había negado a matarlo. La sangre lo atemorizaba. Un Castrilla! Que vergüenza!
Virudaja no tenía la visión para conocer algo mas abarcativo que el momento presente, ni conocía lo que Siddharta había ejercido en él, piedad. El príncipe sakya tenía una peculiar visión que lo llevaría más lejos que todo el odio de Virudaja podía llevarlo. Así empezaba una relación de odio y venganza.
6-El desafio.
-A los caballos-exclamó Ananda, arrastrando al aturdido Siddharta.-¿Puedes montar?-
Siddharta asintió. Los dos jóvenes estaban empapados en sudor. Se montaron en sus caballos y regresaron junto a sus compañeros. Ananda tenia los brazos y las piernas ensangrentados, lo mismo que Siddharta.
El puente se había derrumbado por completo. Al otro lado quedaba el resto del destacamento de los josalas, que todavía superaban en número a los sakyas. Las tropas sakyas empezaron a avanzar hacia la meseta, donde el rey Prasenajit de josala reorganizaba a sus tropas para la lucha cuerpo a cuerpo.
Siddharta ordeno a su destacamento de arqueros que dispararan contra las fuerzas josalas mientras seguían avanzando.
Al ver un saliente en la roca cubierto de nieve, Siddharta llamo al jefe de los arqueros, un hombre alto como una torre. El soldado, cumpliendo las órdenes de su príncipe, disparo una flecha contra la masa de nieve.
Al oír el estruendo del alud, Ananda alzo la vista aterrado.
Los josalas echaron a correr despavoridos, tropezando y chocando sin orden ni concierto. Temían morir sepultados por el alud de nieve. Siddharta oyó a Prasenajit gritar a su hijo:-Basta de estrategias! Debemos atacarlos con las armas que nos queden.-
Siddharta y Suddhodana observaron a los josalas mientras estos atacaban a sus soldados.
-Que podemos hacer?-pregunto Suddhodana a Siddharta.
-Ordena a los soldados que emprendan la retirada.-
-Estas loco?-
-Es nuestra única oportunidad de escapar con vida.-respondió Siddharta.-Debemos atravesar el río.-
El rey ordeno a sus soldados que retrocedieran. Los soldados obedecieron al rey, sin dejar que la muerte de sus camaradas los afectara. De repente, el rey se detuvo y exclamo:-Deteneos! Colocaos en fila a la orilla del río. Los josalas montaran los peces en lugar de los elefantes.-
Los soldados josalas, capitaneados por el príncipe Virudaja, galopaban tras los sakyas. Pero cuando estos se detuvieron súbitamente y se colocaron en fila a la orilla del río, los sorprendidos josalas se vieron obligados a meterse en el agua.
El príncipe Virudaja no tuvo más remedio que ordenar a sus ejércitos que se lanzaran a la corriente.
Se detuvo en la orilla opuesta del río y grito con arrogancia:-Quien es el que se hace llamar Siddharta?-
Preocupados por si algo malo le sucedía a su príncipe, los soldados enmudecieron mientras Siddharta avanzaba hacia el enemigo.
-Desafío a Siddharta a luchar conmigo, si es que se atreve! Si se niega, deberá postrarse ante mi.-grito Virudaja.
Siddharta asintió. Los dos jóvenes estaban empapados en sudor. Se montaron en sus caballos y regresaron junto a sus compañeros. Ananda tenia los brazos y las piernas ensangrentados, lo mismo que Siddharta.
El puente se había derrumbado por completo. Al otro lado quedaba el resto del destacamento de los josalas, que todavía superaban en número a los sakyas. Las tropas sakyas empezaron a avanzar hacia la meseta, donde el rey Prasenajit de josala reorganizaba a sus tropas para la lucha cuerpo a cuerpo.
Siddharta ordeno a su destacamento de arqueros que dispararan contra las fuerzas josalas mientras seguían avanzando.
Al ver un saliente en la roca cubierto de nieve, Siddharta llamo al jefe de los arqueros, un hombre alto como una torre. El soldado, cumpliendo las órdenes de su príncipe, disparo una flecha contra la masa de nieve.
Al oír el estruendo del alud, Ananda alzo la vista aterrado.
Los josalas echaron a correr despavoridos, tropezando y chocando sin orden ni concierto. Temían morir sepultados por el alud de nieve. Siddharta oyó a Prasenajit gritar a su hijo:-Basta de estrategias! Debemos atacarlos con las armas que nos queden.-
Siddharta y Suddhodana observaron a los josalas mientras estos atacaban a sus soldados.
-Que podemos hacer?-pregunto Suddhodana a Siddharta.
-Ordena a los soldados que emprendan la retirada.-
-Estas loco?-
-Es nuestra única oportunidad de escapar con vida.-respondió Siddharta.-Debemos atravesar el río.-
El rey ordeno a sus soldados que retrocedieran. Los soldados obedecieron al rey, sin dejar que la muerte de sus camaradas los afectara. De repente, el rey se detuvo y exclamo:-Deteneos! Colocaos en fila a la orilla del río. Los josalas montaran los peces en lugar de los elefantes.-
Los soldados josalas, capitaneados por el príncipe Virudaja, galopaban tras los sakyas. Pero cuando estos se detuvieron súbitamente y se colocaron en fila a la orilla del río, los sorprendidos josalas se vieron obligados a meterse en el agua.
El príncipe Virudaja no tuvo más remedio que ordenar a sus ejércitos que se lanzaran a la corriente.
Se detuvo en la orilla opuesta del río y grito con arrogancia:-Quien es el que se hace llamar Siddharta?-
Preocupados por si algo malo le sucedía a su príncipe, los soldados enmudecieron mientras Siddharta avanzaba hacia el enemigo.
-Desafío a Siddharta a luchar conmigo, si es que se atreve! Si se niega, deberá postrarse ante mi.-grito Virudaja.
5-La batalla.
El pequeño pero valiente ejercito de Sakya penetro en el claro, compuesto por soldados a caballo, carrozas ocupadas por arqueros, carruajes de madera conducidos por la infantería y, cerrando la comitiva, los elefantes que bramaban y agitaban la trompa.
De pronto, miles de flechas lanzadas por los josalas oscurecieron el cielo. Las defensas de los sakyas, de metal reforzado, eran muy eficaces, pero no consiguieron detener las flechas.
-Te dije que debíamos envenenar las flechas.-dijo Virudaja a su padre.
-Eso es una traición y una bajeza.-respondió Prasenajit.
Virudaja vio que Siddharta había caído herido. El joven se levanto; mirando fijamente al príncipe de los josalas, se extrajo la flecha del brazo y examino la herida. Luego, sin apartar la vista de Virudaja, Siddharta se succiono la herida y escupió el veneno. Al cabo de unos instantes, Siddharta regreso junto a su ejército. Virudaja sonrió, Como iba a ganar? El ejército de los josalas era mucho más numeroso que las tropas sakyas.
Siddharta se acerco a su primo Ananda y le pregunto:-Estas dispuesto?-
Ananda asintió, nervioso. No se explicaba como lograba su primo conservar la calma.
-Es nuestra primera batalla.-comento Ananda, sonriendo.
Siddharta se echo a reír.
-No te preocupes, Siddharta.-dijo Ananda.-Me gustan los desafíos.-
Los dos ejércitos se pusieron en marcha. El contingente de los josalas se detuvo al borde de la meseta, un lugar estratégico desde donde podían observar todos los movimientos del enemigo. Los josalas habían conducido a los elefantes hasta el borde del barranco, y los utilizaban para colocar una hilera de troncos debajo de una plataforma a fin de construir un puente.
Ananda se estremeció y se volvió hacia su primo, pero Siddharta contemplaba el rostro burlón del príncipe Virudaja.
-Tratan de rodearnos.-señalo Siddharta a su padre, sin perder la calma.-Debemos atacar la meseta.-
Suddhodana dudo unos instantes antes de responder.
-Son demasiados, no podemos hacer nada.-dijo con tristeza.
-Yo me ocupare del puente.-dijo Siddharta.-Acompáñame, Ananda.-
Y tras esas palabras echo a galopar hacia el barranco.
Ananda lo siguió. Los dos jóvenes saltaron de sus caballos y comenzaron a trepar por el barranco hacia el puente de madera. El puente oscilaba y crujía por el peso de los elefantes y las carrozas. Docenas de hombres armados custodiaban el frágil puente. Mas abajo, Ananda y Siddharta escalaban el barranco sin que los guardias repararan en ellos.
Ananda tenía miedo. Odiaba las alturas...pero en aquel momento Siddharta se volvió y le hizo un guiño, y Ananda se sintió mas animado.
Las fuerzas sakyas atacaron la meseta, pero los josalas, confiando en poder escapar a través del puente, apenas ofrecieron resistencia. Los arqueros sakyas dispararon sus flechas contra la meseta, buena parte de la cual estaba neutralizada por las defensas metálicas.
Siddharta fue el primero que alcanzo el puente. Sin que los josalas lo vieran, empezó a partir con su espada las gruesas cuerdas que sujetaban las tablas, La plataforma comenzó a balancearse peligrosamente bajo el peso de los elefantes. Al cabo de un rato, Siddharta y Ananda lograron cortar las cuerdas de algunas tablas, que cayeron al fondo del barranco.
-Nos han visto.-dijo Ananda, señalando a Virudaja.
Virudaja echo a correr, gritando a sus arqueros. Las flechas comenzaron a volar por los aires. Ananda asesto un último golpe con su espada y el puente empezó a derrumbarse. Todos los hombres, los elefantes y los caballos se precipitaron al fondo del barranco, entre gritos de dolor y pánico, y allí murieron aplastados contra las piedras. Siddharta palideció. Estaba a punto de desvanecerse de la impresión.
Ananda no sabia que hacer. Tenia que llevarse a Siddharta de allí. Pero como? Al fin, cogió una cuerda y sujetó un cabo alrededor de Siddharta y de si mismo, y el otro a una roca. Luego, mientras las flechas seguían lloviendo sobre ellos, sostuvo a Siddharta y salto. La cuerda se tensó a un metro del fondo del barranco.
De pronto, miles de flechas lanzadas por los josalas oscurecieron el cielo. Las defensas de los sakyas, de metal reforzado, eran muy eficaces, pero no consiguieron detener las flechas.
-Te dije que debíamos envenenar las flechas.-dijo Virudaja a su padre.
-Eso es una traición y una bajeza.-respondió Prasenajit.
Virudaja vio que Siddharta había caído herido. El joven se levanto; mirando fijamente al príncipe de los josalas, se extrajo la flecha del brazo y examino la herida. Luego, sin apartar la vista de Virudaja, Siddharta se succiono la herida y escupió el veneno. Al cabo de unos instantes, Siddharta regreso junto a su ejército. Virudaja sonrió, Como iba a ganar? El ejército de los josalas era mucho más numeroso que las tropas sakyas.
Siddharta se acerco a su primo Ananda y le pregunto:-Estas dispuesto?-
Ananda asintió, nervioso. No se explicaba como lograba su primo conservar la calma.
-Es nuestra primera batalla.-comento Ananda, sonriendo.
Siddharta se echo a reír.
-No te preocupes, Siddharta.-dijo Ananda.-Me gustan los desafíos.-
Los dos ejércitos se pusieron en marcha. El contingente de los josalas se detuvo al borde de la meseta, un lugar estratégico desde donde podían observar todos los movimientos del enemigo. Los josalas habían conducido a los elefantes hasta el borde del barranco, y los utilizaban para colocar una hilera de troncos debajo de una plataforma a fin de construir un puente.
Ananda se estremeció y se volvió hacia su primo, pero Siddharta contemplaba el rostro burlón del príncipe Virudaja.
-Tratan de rodearnos.-señalo Siddharta a su padre, sin perder la calma.-Debemos atacar la meseta.-
Suddhodana dudo unos instantes antes de responder.
-Son demasiados, no podemos hacer nada.-dijo con tristeza.
-Yo me ocupare del puente.-dijo Siddharta.-Acompáñame, Ananda.-
Y tras esas palabras echo a galopar hacia el barranco.
Ananda lo siguió. Los dos jóvenes saltaron de sus caballos y comenzaron a trepar por el barranco hacia el puente de madera. El puente oscilaba y crujía por el peso de los elefantes y las carrozas. Docenas de hombres armados custodiaban el frágil puente. Mas abajo, Ananda y Siddharta escalaban el barranco sin que los guardias repararan en ellos.
Ananda tenía miedo. Odiaba las alturas...pero en aquel momento Siddharta se volvió y le hizo un guiño, y Ananda se sintió mas animado.
Las fuerzas sakyas atacaron la meseta, pero los josalas, confiando en poder escapar a través del puente, apenas ofrecieron resistencia. Los arqueros sakyas dispararon sus flechas contra la meseta, buena parte de la cual estaba neutralizada por las defensas metálicas.
Siddharta fue el primero que alcanzo el puente. Sin que los josalas lo vieran, empezó a partir con su espada las gruesas cuerdas que sujetaban las tablas, La plataforma comenzó a balancearse peligrosamente bajo el peso de los elefantes. Al cabo de un rato, Siddharta y Ananda lograron cortar las cuerdas de algunas tablas, que cayeron al fondo del barranco.
-Nos han visto.-dijo Ananda, señalando a Virudaja.
Virudaja echo a correr, gritando a sus arqueros. Las flechas comenzaron a volar por los aires. Ananda asesto un último golpe con su espada y el puente empezó a derrumbarse. Todos los hombres, los elefantes y los caballos se precipitaron al fondo del barranco, entre gritos de dolor y pánico, y allí murieron aplastados contra las piedras. Siddharta palideció. Estaba a punto de desvanecerse de la impresión.
Ananda no sabia que hacer. Tenia que llevarse a Siddharta de allí. Pero como? Al fin, cogió una cuerda y sujetó un cabo alrededor de Siddharta y de si mismo, y el otro a una roca. Luego, mientras las flechas seguían lloviendo sobre ellos, sostuvo a Siddharta y salto. La cuerda se tensó a un metro del fondo del barranco.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)